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Caja Harris. DM. 2019.

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La rueda de color propuesta por el naturalista Moses Harris en 1766 es uno de los diagramas más conocidos de la historia. Sus características de no linealidad y ordenación circular permiten una visualización de conexiones ocultas entre la relación de los colores, materializada en un círculo cromático que estructurará la teoría del color-materia en Europa (a raíz de todos los estudios y teorías propuestas por Isaac Newton a finales del siglo XVII). Su postulado básico parte de cómo tres colores (los primarios) organizan todo el resto de colores posibles, así como sus gradaciones de luz. La propuesta gráfica es asombrosamente simple y rica. El círculo cromático de Harris es una manera directa e intuitiva de visualizar y comprender la teoría del color moderna, con sus sumas, gamas y relaciones.

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La primera idea del prototipo de la caja de colores Harris era materializar la disposición cromática, en este caso con lápices, a la manera que él propuso en su rueda. Para ello, desarrollamos un objeto de madera circular, perforado en el centro, que dispone los elementos radialmente gracias a treinta y seis pequeñas ranuras (múltiple de tres, ya que así coincide con la rueda Harris original), a diferencia de las cajas de colores estandarizadas, que ordenan los colores de forma lineal, de modo que sus relaciones no pueden ser entendidas de forma visual ni intuitiva.

 

Una vez experimentado el diseño, y a través de su uso y práctica, nos dimos cuenta de que lo interesante era precisamente que este funcionaba para crear otro tipo de órdenes y asociaciones de color. Taxonomías libres y arbitrarias que posibilitaban una clasificación en gamas o tonos, en nuevas familias, en otras sumas o restas, en colores bajo otros nombres, códigos, conceptos y combinaciones. El juego de la caja Harris nos abrió una vía para explorar el color mucho más allá de su teoría y catalogación (según el paradigma científico), así como para trastear sus secretos en movimientos más libres.

 

Por otro lado, la caja sugiere un hábito al que nos interesaba mucho incitar: la cultura de elegir tus propios colores en vez de asumir los que vienen predeterminados en una caja hecha. Estamos acostumbrados a consumir los colores en función de un criterio y una ordenación predeterminados, los cuales nos alejan de poder elegirlos y combinarlos de acuerdo con otros conceptos. Permitirnos coger los colores fuera del cercado de un estuche, investigar sus nombres y códigos, darnos cuenta de que podemos elegir entre más de treinta azules o cuarenta verdes o reponerlos una vez gastados es una práctica habitual en el campo del arte, pero no en el de la educación.

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La caja Harris es, pues, un artefacto para crear taxonomías propias. Ordenarlas, relacionarlas y nombrarlas según intereses particulares o colectivos. Según sensibilidades, hábitos, preferencias y usos. Tan vasto es el abanico de posibilidades de juego que, finalmente, tomamos la decisión de que la caja fuera apilable en bandejas, de manera que pudiera crecer en pisos de matices, gamas o azares varios.

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Rueda del color de Harris.

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Taxonomía del mar.

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